martes, 18 de septiembre de 2012

Take the gold, leave the rest.

No tengo palabras para ti, vendedor.

Tampoco tengo dinero para poder comprarte un sueño, ni si quiera puedo alquilarlo. Hace meses que mi viento dejó de soplar y sé que entre tus ropas no guardas una botella de brisa, así que por favor, márchate con tus remedios baratos a otra orilla y déjame morir lentamente al lado de mi soledad, que solo quiero confundirme con la arena y que la cara se me recubra de sal al lado de este océano.

Sé que podría cruzarlo a nado si fuera más fuerte, pero perdí la fuerza con el viento y ahora estoy totalmente perdido, vendedor. Una sirena me dijo que al otro lado me esperaban huracanes de sentimientos solo para mí, que volvería a sentirme vivo, pero las sirenas solo mienten, ¿sabes? Sí, solo dicen mentiras, como tú. Sé que al otro lado no hay nada más que arena y más océano. Nunca entenderé por qué la gente cree que va a encontrar algo en otro lugar, aún cuando sabe que no podrá hacerlo nunca.

Querido vendedor, sé que no tienes una botella de brisa, pero permíteme decirte que si la tuvieras me harías el hombre más feliz del mundo. Si tan solo pudieras venderme un soplo de aire fresco con olor a rosas y con sonido a truenos. Querido vendedor, me harías el hombre más feliz del mundo si me vendieras de vuelta mi humanidad.

Es una lástima que a ti el viento también te haya abandonado, pero tengo buenas noticias para ti. Está esperándonos al final de esta playa, Yo ya lo vi hace un par de días, por eso no creí en la sirena ni en ti. Y tú tampoco deberías haber confiado en mí. Ve a buscarlo y no te demores, anda, yo ya te he aliviado el peso de tus monedas de oro.

Con una sonrisa me despido de ti, mi vendedor.
No tengo más palabras para ti, pero ojalá el viento me traiga alguna tuya, en algún siglo.

Asdfghjkl.

Aquel ladrón adoraba las manzanas.

Sobre todo si las había robado del huerto de una persona hermosa y podía comérsela en la copa de un árbol, mientras el viento le revolvía el cabello y su mirada se cruzaba con la de la víctima del robo. Adoraba cerrar los ojos e imaginar que pasaría si se quedaba dormido ahí. Siempre pensó que si pasaba caería del árbol y la persona de la casa saldría a ver quién o qué era, digo "qué" porque en esa época habían infinidad de dragones salvajes. Los dragones no eran realmente peligrosos, pero si estornudaban chamuscaban los cultivos y se pasaban años de verdadera hambre. La gente les odiaba por eso, aunque los dragones no eran ni conscientes de ese odio, así que levantaron un muro inmenso para protegerse.

Al ladrón le gustaban sobre todo las manzanas de color verde, amaba que estuvieran ácidas. Le recordaban que la vida no siempre era dulce, pero que no por ello debía dejar mal sabor de boca, una metáfora tonta pero que le había mantenido las ganas de vivir después de que el viento dejara de soplar, debido a los altos muros que "protegían" la ciudad. Además, esas manzanas le recordaban a su amigo de la infancia.

Este amigo había muerto, robando manzanas, algo extraño. Cayó de la misma rama en la que el ladrón estaba sentado comiéndose su última manzana, con una de color rojo y robada en la mano izquierda a medio comer. Al parecer, el viento sopló muy fuerte y cayó mientras estaba casi dormido del todo. Hay personas que dicen que si los muros no se hubieran hecho, los dragones podrían haber estado cerca de él y haberle salvado. Los dragones adoraban salvar gente.

Igualmente, seguro que murió feliz, porque ese ladrón adoraba las manzanas rojas.