sábado, 29 de diciembre de 2012

Sun goes down.

Nunca me gustó rezarle a ningún Dios.

La única guía que he llevado en mi vida es el viento, nunca me ha abandonado ni fallado aunque a veces lo creyera. El viento nunca robó promesas, las promesas yacían en las manos de la gente incapaz de soportar el peso de otras manos, gente para la cual el mundo pesaba en sus almas otra vida y la vida pesaba como la pérdida de su mundo. Los dioses, sin embargo, han arrebatado todo lo anterior alguna vez. Promesas, vidas, almas, mundos, nada era realmente importante cuando te prometían una salvación.

Tu Dios no escucha plegarias inteligentes de ningún orador, solo salud para familias rotas por falta de sentimientos sinceros y que se acabe el hambre en países aplastados por el lugar de origen de los buenos creyentes. También oyó cosas horribles como plegarias por la destrucción de seres a los que él mismo creó, pero está justificado siempre que sean diferentes a piedras sin ideas. Hay veces que le rezan para que exista. Lástima que los amigos imaginarios no puedan cumplir todos los deseos que queremos pedirles.

Dile a tu Dios el miedo que tienes a morir sin dejar huella y lo cobarde que eres para pisar fuerte, no vaya a ser que los demás se enfaden contigo por hacer ruido con la suela de tus zapatos. Dile a tu Dios que nunca te confesaste a la persona que amabas porque está muy mal querer a aquel igual a ti. Dile a tu Dios que el mundo que ha creado es un mundo de cobardes sin cerebro ni corazón, que ha creado unos robots perfectos a los cuales cualquier orden les parece bien mientras consigan su amado algodón pintado.

Nunca me gustó rezarle a ningún Dios.
Nunca quise disculparme por mi cobardía ni restarle responsabilidad al resto de personas.