Los deseos de la gente se pierden en los cielos mientras pierden el tiempo viviendo sin ningún sentido la muerte de los sueños forjados. Los árboles crecen y sus hojas caen al asfalto, los coches pasan por encima de ellas y todo el mundo las olvida. Yo también, y me siento mal por ello. He olvidado mis sueños porque los elevé tanto que al caer se rompieron, fui demasiado cobarde para recogerlos y murieron ante mis ojos. Rajé mi garganta para que nadie me escuchara quejarme y mis lamentos me han costado la ambición.
Las rocas erosionadas del mar se confunden con mis ganas de intentar seguir aquí y la única salida es a través del océano, cada paisaje nubla mi memoria, ahumando mis recuerdos, dañando la poca esperanza que me queda en encontrar algo nuevo o diferente. Tengo objetos nunca usados para evadir las penas pero prefiero escribir intentando ocultarme de ella porque el alcohol no me limpió las heridas y el tabaco no me mató lo suficiente, la cobardía me mantiene con vida. Porque aunque las miro a los ojos y trato de enfrentarlas, ellas acaban besándome y ganando la batalla.
Se ha convertido en una rutina pensar en lo perdido.
Lo que gané está a punto de evaporarse.