domingo, 18 de noviembre de 2018

Mi octavo morir.

Un hilo.

Al fondo de mi ventana un sentimiento canta una nana diseñada solo para mi ego, veintitrés oropéndolas sucumben desesperanzadas ante la tormenta más grácil que los árboles han podido sufrir. Es su delicado roce el que arde en mis labios, regusto a caída, desesperanza, pesadilla. Lo sé, cada uno de mis huracanes han barrido todas tus costas, he borrado del mapa cada hoja y cada trino, difuminado con el barro los surcos de tu espalda, podrido la fruta, quemado aquél puente en el que reíamos. ¿Qué es la risa salvo un sueño pasajero? Y pasajero me encuentro de esta irrealidad que llamas tú, he olvidado mi nombre en la brisa, las oraciones se han perdido.

Cuánta soledad encierra la araña que sobre mi cabeza duerme. Sin parar de tejer cada error y un soneto por cada decepción que he regalado mueve mis ataduras hasta abrir las ventanas de Morfeo, empuja mis piernas hasta el borde y se lanza conmigo al vacío. Ahí encontramos aquella verdad que siempre encierro bajo humo y muestra que he convertido en realidad mi peor sueño, una red de máscaras con las que presentarme ante el mundo.

Telaraña.