domingo, 27 de octubre de 2013

Islands.

Lo único que veo al levantar la vista es el cielo.

Desde mis rodillas no recuerdo qué camino quería seguir, ¿tanta niebla exhalé para estar tan ciego? El ron barato de aquellos años que se pretendían dorados recorre la comisura de mis labios, rotos como el viento que cada noche me cobija, destrozados por todos esos besos en los que el sabor a vainilla era la firma de un contrato redactado en papel mojado. El alcohol arde en los recuerdos, llené todos los "te extraño" de sal y ahora tengo heridas de mil balas en el pecho, el mundo las señala para dedicarle carcajadas.

Los sueños perdieron su valor hace algunos mares, aún siento el desconcierto del día en el que las lluvias de vodka sustituyeron a las de lágrimas y recuerdo los martillazos con palabras en mi cabeza a la mañana siguiente, palabras grabadas en el interior de mi cráneo para poder leerlas a gritos cada vez que parpadee, adoptando la misma postura una y otra vez: de rodillas, con las manos hundidas en la tierra y el viento golpeando mi rostro.

Entonces comprendo que es hora de colocarme sobre mis huesos y de andar sin rumbo.
Hora de alzar la mirada al sol y de no ver nada.

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