jueves, 30 de octubre de 2014

Blaaaaah.

Otoño siempre será triste.

Es la estación de las despedidas, cuando las hojas caen doradas y vuelan lejos de tu vista. Es la época del amor, irónicamente, cuando se trata de los recuerdos. ¿Despedirse es la mayor muestra de amor? Cuando te convierto en brisa, ¿puedes volar? Amándote como lo etéreo, amándote libre y perdido es como desea el mundo que te ame, viento otoñal en lugar de besos, me perderé todas las tormentas si deseas la estupidez y la ingenuidad para mí.

Irresistible, los deseos decadentes continúan, mi orgullo muere en otoño porque decide saltar y convertirse en ángel caído, tabú de cristal imposible de quebrar, la perfección de lo inexistente. Las palabras sin sentido en el ojo del huracán a veces son las que más razones tienen de ser dichas, te quiero libre, la felicidad no es importante si no es para otro, quizás eso resulte molesto, ¿quién ha elegido las opciones más complicadas en el juego, el que se pierde por sí mismo o el que es incapaz de apartar la vista de lo onírico? Ambos estúpidos y perdidos.

El amor siempre fue triste. Y patético.
Siempre quedará el ego.
Triste y patético.

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