viernes, 4 de enero de 2013

Preserve your memories.

Las hojas de los árboles recubrían el asfalto.

Un viento otoñal limpiaba las calles sucias de mentiras y decepciones, los cristales rotos volaban sin rumbo entre la brisa y el sonido tenue de una guitarra desafinada bailaba con las sombras de aquellos que ya no existían. Un cable conectado al corazón de uno de los amantes acababa bajo los pies del otro, las luces de todas las habitaciones estaban apagadas y no habían suficientes velas para combatir el inusual frío de ese momento.

Lo único que no se podía ver en el cielo nocturno eran las estrellas porque una gran luna, llena y amarilla como los dientes de un fumador, intentaba colmar con luz los rincones más oscuros de los que aún deambulaban por la calle con sus grandes abrigos y sus conciencias marchitas, robando luz a sus propias aliadas. Las nubes grises volaban a un lugar en el que encontrar a alguien que tuviera en sus manos un corazón roto para poder aliviarle la carga con agua, en esa ciudad ya habían hecho suficiente.

Los océanos se encontraban calmados, inertes como las rocas de sus fondos, los marineros que los surcaban buscaban sirenas con desgana y las sirenas buscaban descanso con las rocas. Las pocas fotos que se sacaban en esos instantes tenían la misma gama de colores que el carbón, incluso había gente que prefirió darles el mismo uso antes que mirarlas. Todo estaba tan muerto esa noche que ni si quiera el frío se sentía como tal, nadie buscaba ojos en los que reflejarse.

Las hojas recubrían el asfalto y el viento soplaba, pero nadie quiso oírlo.

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