martes, 12 de marzo de 2013

13/03/13

Nadie lo tiene todo.

Los deseos de la gente se pierden en los cielos mientras pierden el tiempo viviendo sin ningún sentido la muerte de los sueños forjados. Los árboles crecen y sus hojas caen al asfalto, los coches pasan por encima de ellas y todo el mundo las olvida. Yo también, y me siento mal por ello. He olvidado mis sueños porque los elevé tanto que al caer se rompieron, fui demasiado cobarde para recogerlos y murieron ante mis ojos. Rajé mi garganta para que nadie me escuchara quejarme y mis lamentos me han costado la ambición.

Las rocas erosionadas del mar se confunden con mis ganas de intentar seguir aquí y la única salida es a través del océano, cada paisaje nubla mi memoria, ahumando mis recuerdos, dañando la poca esperanza que me queda en encontrar algo nuevo o diferente. Tengo objetos nunca usados para evadir las penas pero prefiero escribir intentando ocultarme de ella porque el alcohol no me limpió las heridas y el tabaco no me mató lo suficiente, la cobardía me mantiene con vida. Porque aunque las miro a los ojos y trato de enfrentarlas, ellas acaban besándome y ganando la batalla.

Se ha convertido en una rutina pensar en lo perdido.
Lo que gané está a punto de evaporarse.

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