martes, 27 de enero de 2015

Edén.

He abrazado al destino, Padre.
Madre, mis alas mueren por volar con él.

Suspiro a la tormenta plegarias para que su hilo y el mío se enreden, un abrazo en el que sentarnos a ver girar el mundo. Mis manos se besan, piden su sonrisa y un final que no la arrastre como el otoño a las hojas, ofrezco el orgullo que ascendió a falsa deidad y clavo las rodillas en el suelo, ¿me escuchas, Padre, escuchas como late mi corazón y se descongela?

Oh, Madre, concédeme la cima más alta para coronarla en su nombre, cabalgaré las nubes en busca del jardín en el que nuestras promesas trasciendan y la primavera nunca marchite, donde la dulce brisa algún día otorgará significado al huracán. Madre, dame el valor con el que amas, haz de mi miedo mi fuerza.

Madre, Padre, escuchad mi súplica, al río crecer, las flores abrirse, el viento volar.
Padre, Madre, abracé el destino y él también me dio la vida. Dejadme devolvérsela.

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