jueves, 25 de junio de 2015

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Al Sol le veo vacío.

No hay viento que difumine un camino que en la piel ha quedado marcado, sigo caminando sobre los cristales de otros mundos en los que nunca debí haber asomado la vista por ser ruinas sin llegar a realidad. Quién pudiera solo de pesadillas despertar cada mañana sin otro deseo que el del descanso del eterno ritmo errático. No quiero afrontar las rocas ni tampoco mirar a través de una ventana, solo el abrazo de sombras y alivio, una promesa de que algún día todo acabará y no temeré salir de la cama.

Se cuela la brisa por mi ventana después de tanto y la hago regresar a casa en silencio, quiero descansar en una espiral sin movimiento, cinco minutos en los que mi pecho se vacíe y en un solo suspiro me libere de esta masa negra que por dentro me pudre. ¿Es la falta de descanso o la de esperanzas, quién en segundos las drena? Déjame quedarme donde ni yo tenga que gritarme para hacerme callar cuando no quiero escuchar, ese lugar en el que Fobos y Timor en tu ausencia se erigen como reyes que con mi destierro y psiquis juegan.

Pero esta vez, si desean que recorra el vacío, ellos irán delante.


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