jueves, 6 de junio de 2013

Confesiones a la nada.

Mi corazón volando en el viento y mi cabeza rodando por el suelo.

La marea no termina de subir y no parece querer bajar, se me mete arena en la boca y toso recuerdos difíciles de tragar y hacerlos regresar a mi memoria. Camino por esas playas en las que cogí la luna y no el sol, en esas en las que las palabras se escaparon de una cárcel de dientes y tú dijiste simplemente lo que esperaba, aunque nunca fue lo que quise. Monto en una barca y comienzo a remar sin saber muy bien a dónde me dirijo.

No hay olas más fuertes que mi voluntad, por eso decido tirarme al mar e ir a nado, tragarme el agua salada cada vez que respiro y ahogarme día sí y día no en las profundidades, solo porque en la oscuridad y entre la nada estoy más cómodo y seguro que entre ojos de los que no quieren ver. Me hundo en las profundidades y no miro más que hacia arriba, preguntándome cuanto tardaré en llegar y si alguien esperará mi regreso.

Mi corazón volando en ilusiones estúpidas, mi cabeza golpeándose una y otra vez con donde estoy.
No veo el momento de irme.


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