viernes, 21 de diciembre de 2018

La pesadilla de la que no despierto.

Quería el cielo a cambio del viento.

Ahora pago con mi piel convertida en hielo aspirar a aquello que no podía tener, ¿a dónde va a ir mi aliento si no es al sol? Siento a la noche arrastrarse como una serpiente entre mis piernas desde el amanecer, se enreda en mi cuello y me anima a hundirme en el mar. Me recuerda que mi respiración es un gasto inútil, un error que el mundo no querría volver a repetir. Despierto envidiando la dulce victoria de aquellos que pueden ignorar lo patético de su existencia, la tanatofobia se convierte en madre de mi sueño, en sus brazos me mece y para ella me quiere. ¿Qué hacer con este ego enfermo en el que me consumo y congelo?

Y sabe Dios que ardería en el infierno con gusto solo para sentir siempre calor.
¿Pero para mí? La nada.


No hay comentarios:

Publicar un comentario