lunes, 12 de diciembre de 2011

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Los pedazos de un mundo estaban en sus manos.

Eran afilados y se encontraban totalmente rotos, cortando así la piel de quien los miraba pensando que solo era otro corazón de cristal hecho añicos. Un tercero golpeó la mano de quien lo sujetaba con rabia, rasgando su propia piel mientras la brisa se llevaba los recuerdos.

Los fragmentos empapados de sangre se desvanecieron en el aire, convirtiéndose en polvo o más bien en nada. Los murmuros escapaban de las boca de quien veía su mundo roto y de quien lo había destrozado, se echaban la culpa y a la vez se excusaban, como hacemos todos alguna vez. Pero ninguno fue capaz de ver que ese mundo no volvería, nadie se preocupo por eso... Supongo que es más importante buscar a alguien sobre el que cargar el peso de los sueños rotos en situaciones así, ¿no?

Pero las heridas siguen en sus manos y no se van a ir nunca, no van a desaparecer.

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