lunes, 19 de diciembre de 2011

Las rosas sin espinas no son rosas.

Nadie supo nada más de él.

No se molestó en despedirse... total, para qué. Nadie le iba a echar de menos. Cogió las pocas cosas que le importaban y se fue andando buscando lo que nunca encontraría. Sonreía y cantaba canciones estúpidas por el camino, canciones que no creía recordar. Conoció a un par de personas con las que no fue sincero y una última persona con la que lo intentó.

Pero a cada paso que daba, sus zapatos se iban desgastando y sus fuerzas comenzaban a agotarse. Sabía que en algún momento, todo acabaría y que llegaría su final, el final del mundo que él mismo había construido y suspiraba a cada momento pensando en lo que podría haber sido. Miraba al cielo y se preguntaba a sí mismo cuantas personas estarían murmurando su nombre. A pesar de eso, nunca paró de caminar.

Cierto día cayó en medio de ninguna parte, cansado de andar y de preguntar, cansado de intentar buscar un sentido a por qué se fue. Cerró los ojos y todo acabó ahí, mientras otro más joven volvía a repetir su historia.

Nadie supo nada más de él.
Ni si quiera él mismo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario