jueves, 1 de septiembre de 2011

Despedidas cargadas de electricidad.

En eso consiste un adiós.

Levantas la mano desde el otro lado, después de que te colmaran a besos. Pasas un detector de metales, no llevas nada. Miras hacia atrás y sonríes levantando la mano de nuevo mientras las lágrimas pelean por salir y dejarte en ridículo delante de miles de personas a las que no volverás a ver. Te das prisa, compras un par de chicles de manzana, lloras en silencio, te miran.

Les devuelves la mirada que carga la pena de tantos años, les miras y solo con eso les dices lo que pasa. Apartan la mirada de ti, como si les hiciera daño, mensajes con ella en los que hablas sin decir nada. Una señora te sonríe de manera tierna, tú sin pensarlo la correspondes.

Avión, cinco horas de vuelo, una eternidad.
Guardaré mi sonrisa para ti, volveremos a encontrarnos, nos abrazaremos.
Volveré a llorar, guardaré tu sonrisa.

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