lunes, 26 de septiembre de 2011

Juguemos a ser bruscos.

El Sol me está invitando a dormir con él.

Parece que la Luna nunca va a llegar, creo que se quedó en el reflejo del agua jugando con el bello cadáver de Narciso mientras Eco lloraba. La pobre, en su agonía no pudo dejar de repetir las últimas palabras que el hermoso joven le profesó: "qué estúpida... qué estúpida." Y dime, pequeña y dulce Eco, ¿alguna vez has repetido un te quiero? Seguro que lo respondes con el amor que nunca tuviste oportunidad de dar, y dime, ¿te han gritado un te odio?

Pregúntale a Narciso, si le ves, que qué tal saben sus propios besos y qué si la temperatura del río estaba a su gusto. ¿O tú sigues enamorada de él, pequeña? No le digas a nadie que su flor te recuerda a su aroma, que no puedes dejar de acariciar el agua donde su carne se descompuso... No lo digas si no quieres volver a tener que repetir sus últimas palabras oyéndolas desde otros labios.

"Qué estúpida, qué estúpida."

El sol no se va a poner nunca, Narciso está muerto y Eco llora, la obra no va a tener final. Él seguirá torturándola con su reflejo y ella emitirá hasta el último sonido que oiga para intentar olvidar su voz, esa que retumba en su cabeza. Eco sigue llorando, humillada y llena de rabia. Narciso está muerto y Eco quiere estar con él. Qué estúpida.

La Luna también se ahogó en el río, el Sol llora por ella. Qué estúpido.

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