domingo, 15 de febrero de 2015

A la basura lo poético.

Como duele caer en el posmodernismo.

Y de repente tropezar con lo romántico, casi porque la torpeza y el "no se puede ser tan bueno en todo" me convencen más que mi propia vida. La primavera no es más que frío polvo, necesito arrojarlo como el enfermo necesita vomitar su mal. ¿Empieza lo trascendental o la broma?

Espero que entendieras la gracia y sonrieras amargamente, somos menos que la hija del invierno, a ella aún la recuerdan por los rubios cabellos de sol y la poesía que emana de su vida regalada. Espero el fin del ciclo, estoy cansado pero extendido, a veces me quiero derretir y diluirme en agua, darme a los peces de beber, solo es porque no me gusta el reloj.

Luego me despierto, eso no mejora el día porque el Baco metálico que creó la modernidad me ha abandonado y me he quedado conmigo. Me visita el miedo, no puedo servirle salvo agua, nuestra conversación simplemente no sale. El problema está en que yo no creo en la suerte pero no deja de ser mi justificación.

Ni en la suerte ni en, quizás, la vida. Y ahí es doloroso caer en el posmodernismo, ni te queda la particularidad. El silencio es el único que te escucha, un bucle de arcadas mudas con salpicaduras vacías, "vida líquida" dicen. Me pregunto si de verdad a veces me hundo tanto como para querer, por un segundo, dormir décadas. 

Y el tic-tac sigue.

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