jueves, 19 de febrero de 2015

Fobos.

Cuando no hay sol aparece él.

Rodea y atrapa mi viento, dibuja con su mano profecías en mi piel al tiempo que arranca mi ropa, apresa mi diestra con la que le queda libre y me obliga a tocar su entrepierna, huele mi cuello y lo muerde, comienza a entrar en frenesí. Su boca en mi boca susurra eternidad, busca mi lengua y su excitación aumenta, revuelve mi cabello y me besa como lo hace lo onírico. Aplasta mi cuerpo con el suyo, quiere hundirme y liberarme de la realidad que torna en pesadilla, me dejo morir y él comienza a florecer. No hay placer en su dominación, mi mirada clavada en el techo imagina un reloj, él lo sabe y se reincorpora, asesina a mi brisa y arroja el cadáver de lo imaginario en la cama, me tira tras él. Cree que el poder es atractivo, se echa a mi lado para seguir el juego, mis manos buscan su cuello en una dulce caricia y en un segundo estoy intentando asfixiarlo. Él ríe como debe hacerlo la muerte cuando intentan evadirla.

Su sombra despierta a mi lado, susurra que no puedo huir y me clava al colchón.

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