martes, 17 de febrero de 2015

Hablemos de miedo.

Su mirada subraya la mía.

Mi mano tiembla mientras robo su copa, mi cuarta ya se vació y las demás me supieron a tus besos. Sonríe, de algún modo aprendió a quererme y prefiere esperar a que no pueda responder para susurrarme al oído. Agarro la botella y me he roto antes de que hable, la sola idea de escucharle me hunde en la tierra, ¿y por qué no se me ha roto el corazón para liberarme de este amante? Sus labios ya se mueven, las primeras notas empiezan a oírse. Se levanta de su silla y limpia con sus besos mis mejillas, su mano acaricia mi cuello como la luna cuando puedo tocarla. Me promete recordarme lo efímero cada mañana, lo hace para que no le ame. No puedo dejar de pensar en ti y en como deseo que tus brazos alrededor de mi cuerpo le ahuyenten, en como me dice que no lo harán.

Giro mi cara, busco sus labios para callarle y nos enamoramos unos instantes.
Él viene cada noche a buscarme de nuevo y me deja una rosa de cristal en el pecho.

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